lunes, 28 de noviembre de 2016

De dónde venimos y hacia dónde vamos



Por Ana Álvarez

Los recientes procesos internos de elección de cargos en Podemos responden a una etapa más de maduración de un proyecto que del que aún no podemos tener una perspectiva clara pero que, hasta ahora, se ha focalizado en el asalto a las instituciones como principal palanca de cambio. Pero el cambio no tiene una sola palanca y son varias las que hay que accionar para abrir una brecha en este sistema basado en la explotación según el cual el bienestar de unos no puede darse sin la opresión de los otros. Como ha trascendido dentro y fuera de Podemos en estos algo más de dos años de construcción hemos asistido a debates internos y tensiones propias del proceso de configuración y que aún persisten en el seno de la organización. Fruto de estas tensiones muchos de los más motivados se han quedado en el camino y otros seguimos confiando en la capacidad transformadora del proyecto. A menudo es agotador ver como la mejor de las voluntades y el mayor de los esfuerzos resultan gotas en un océano y cómo las esperanzas se van hundiendo en la cotidianeidad de la gestión de una maquinaria diseñada contra los intereses de la mayoría. 

Sin embargo, hay al menos dos puntos fundamentales en los que se debe valorar el resultado de esos esfuerzos que no han sido tan vanos y que, si bien no han supuesto el escenario de ruptura radical con el que se soñó en algún momento, sí han cambiado la posición sobre el tablero:
  • Ante el ataque arrollador a las políticas sociales, la gestión de los servicios públicos y las libertades individuales y la incapacidad del PSOE de ejercer de oposición coherente se pone en marcha un moviendo plural y significativo de descontento social que es capaz de visibilizar el vacío de representación de los intereses de una amplia mayoría de la población, mientras la minoría privilegiada estaba sobrerrepresentada. En política, los vacíos no existen y la crispación social puede ser vehiculada con bastante facilidad, para desgracia nuestra, en beneficio de los intereses de los privilegiados por medio de la autoinculpación de las clases trabajadoras (racismo, culpabilización de las personas desempleadas, beneficiarias de un subsidio, funcionarias…etc). Podemos consiguió aglutinar esa demanda en la esfera de la representación política y ocupar un espacio político que le permite ejercer como oposición firme y coherente y la eventualidad de funcionar de palanca del cambio en el ámbito institucional.
  • Ahora bien, no se trata únicamente de ocupar un espacio sino de cómo ocuparlo. Ha trascendido también el debate sobre la estructura orgánica de Podemos y las tensiones entre el asamblearismo y la verticalidad. La dinámica de esas tensiones internas ha generado resultados no siempre satisfactorios, somos capaces de autocrítica y una revisión crítica honesta a un nivel más amplio que el local me parece hoy casi inevitable, pero ciertamente la existencia de esas tensiones en el seno de Podemos han supuesto un aire de renovación en otras organizaciones políticas, en las que se han abierto procesos internos democratizadores que tienen y tendrán también una incidencia en la solidez del sistema que queremos transformar.
Todo esto forma parte del balance positivo que puede hacerse de la irrupción de Podemos y por tanto un signo de que las mejores intenciones y los mayores esfuerzos no han sido del todo vanos. 

Sin embargo considero que ocupar un espacio político crucial, funcionar de motor democratizador de otras organizaciones y haber logrado un espacio significativo en la gestión de las instituciones no basta si a lo que aspiramos es a una transformación del sistema, a un cambio de régimen, a romper con las peores herencias de la dictadura y del parlamentarismo de alternancia que venimos sufriendo y del que acabamos de contemplar un capítulo más en la investidura de Rajoy, aún presidente a pesar del descontento social, la corrupción, el saqueo de lo público y ese largo etcétera de desmanes que ya conocemos de sobra. 

Creo que la realidad social, fuera de las instituciones, desde los movimientos sociales hasta las reuniones de la comunidad de vecinos pasando por todas las iniciativas que, partiendo desde abajo, toman la responsabilidad de transformar su entorno desde lo local y de las que en León tenemos varias iniciativas nada desdeñables, son la condición sine qua non, para que la palanca institucional pueda ser accionada, para no convertirnos en meros gestores de una estructura heredada. Por eso creo que Podemos León debe también jugar en ese escenario y ahí creo que la labor del consejo ciudadano y la aún más importante labor del círculo es funcionar como hilo de comunicación entre lo institucional y la realidad social por la que se pretende pelear en las instituciones. 

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